
Feliz viernes y feliz fin de semana!. Esta es oficialmente mi segunda primavera como madre, pero por alguna razón, ésta parece más real. La pasada primavera bautizamos a Valentina con apenas 3 meses, así que en aquel entonces aún me sentía en fase de transición de todo. Han pasado ya 15 meses desde que me he convertí en madre, y wow! ha sido el viaje más increíble (y emocional) que he vivido nunca. No hay absolutamente nada que pueda compararse a la maternidad, y aún me sigue sorprendiendo despertarme cada mañana y ver esa carita risueña a la que puedo llamar «mi hija». La sensación de calidez y amor cuando ella me mira y me sonríe es indescriptible.
También es interesante el nuevo approach que le ha dado a la relación con mi madre. Ser capaz de experimentar ambos lados, como madre e hija, permite no sólo que ahora aprecio mucho más a mi madre, sino también que la entiendo en un nivel completamente nuevo. Mi madre siempre ha sido mi mayor apoyo y modelo para luchar y superarse, y aún lo sigue siendo. Ella se sacrificó mucho en su vida, luchó por finalizar su carrera y ganar una oposición que le permitiese ser una mamá a tiempo completo. Nunca entendí cómo de grande era este sacrificio hasta que tuve a mi propia hija. Incluso cuando tuve a Valentina ella, junto a mi padre, inmediatamente voló a Barcelona para estar conmigo y dejó todo por ayudarnos y hacer más sencilla la llegada a casa con la pequeña gordita durante 4 semanas. Al ser yo la destinatario de esa magnitud de amor y entrega, me sirve para llenarme de la energía y la fuerza necesaria para dar más aún a mi propia hija.
Como digo, ha sido un año muy exigente, donde a veces sentía que estaba más allá de mis límites, pero debido a eso, mi corazón creo que se ha hecho más grande también. Ahora soy capaz de recibir cariño y dar siempre más a los demás.
Ser madre es un regalo y ha sido, con mucho, la mayor oportunidad que se me ha dado para crecer personalmente.
Peto de Valentina: Trixi Kids, Camiseta: Zara (SS 16), Gorrito: H&M (SS 16)