Cómo me gusta la Belle Époque. Esa época de esplendor clásico de finales del siglo XIX y principios del XX, unos años dorados en los que el optimismo era común, imperaba la elegancia y el viajar era una auténtica expresión de estilo.
A aquella época se remonta el momento dulce del Castilla Termal Balneario de Solares, fue entonces cuando se edificaron una serie de edificios en la misma línea de los prestigiosos centros termales europeos, destinados también a ofrecer días de ocio y descanso a sus huéspedes. Después vino la piscina y la capilla, también el trazado del nuevo parque, con hermosos jardines y espaciosos paseos. Todo pensado para sus visitantes, quienes compartían una misma ambición: disfrutar de la filosofía natural del Salutem per Aqua.
Cantabria, una tierra dominada por el verde de su espectacular naturaleza (sólo comparable al de mi querida Asturias). Quien haya tenido la oportunidad de descubrirla se habrá dado cuenta de que a veces la felicidad se encuentra en algo tan simple como escuchar el agua y su paisaje. Y quien se haya dejado acariciar por sus aguas terapéuticas, puede considerarse un auténtico afortunado.
Aunque nada es comparable a las impresionantes bodas celebradas en el balneario, con capacidad de hasta 3.000 personas, este lugar lleno de historia ha mantenido su esencia y sigue celebrando los eventos más especiales de Cantabria.
Al contar con la exclusividad que supone que sólo tenga lugar una boda al día, su equipo profesional es capaz de preparar sugerencias alternativas a la medida de cada pareja. El balneario dispone además de un asistente personal de bodas, siendo la persona que asesora y coordina con los novios todos y cada uno de los detalles de su boda, haciendo que el resultado sea único.